Prólogo del autor

En este libro reuní algunas astillas de poesía: vestigios de sufrimiento que sobrevivieron a mi juicio. Una contradicción detrás de otra se sucede, una mirada personal sobre una realidad disímil para todos y múltiples heridas del pensar.

Pensé en Umbrales como título porque ellos nos permiten avanzar o retroceder a gusto, potenciando o aniquilando así todo pensamiento fértil o estéril. Un umbral es un espacio que nos posibilita estar en el medio de una idea, parado sobre una línea, listo para avanzar o presto para huir definitivamente.

Necesito advertir que vivo en un estado de escepticismo. Por eso, invito a los lectores a transformar en duda toda afirmación aquí presente, fruto de concesiones internas que he debido realizar.

He ido compilando estos pensamientos durante años. Sin embargo, siento que minuciosamente los he ido mutilando hasta llegar a esta edición liberadora; ergo, sepan comprender esta “catástrofe”.

 

Prólogo para la segunda edición

Extinguirnos silenciosos, renacer en las flores.

Umbrales tuvo un proceso de concepción aleatorio. En el año 2001, en plena crisis argentina, firmé un contrato con Emecé; la profundización de la crisis quiso que la prestigiosa editorial fuera absorbida por Grupo Planeta y que Umbrales quedara en Stand by. Ocho años más tarde, un incendio desolador, “envolvió” mi casa; haber tomado contacto, de hecho, con la impermanencia renovó mi deseo de editar. Sin embargo, hubo un acontecimiento decisivo: exactamente un mes antes del fuego, había escrito algunos aforismos premonitorios:

El fuego deshizo todo, menos los nombres.

Observo la impermanencia de las cosas con mi pensamiento de arena.

Edén sin desdén, ¿existes?

En esta isla desolada donde los pájaros mueren volando.

Todos nos iremos de prisa, hacia la nube negra.

En este sudario de vigilias,
de noches mustias,
de lágrimas de fuego.

Una tarde de inspiración puede destrozarlo todo.

Como un infierno sin nombre.
Como un pantano sin tiempo.

Hay que morir hasta morirse.
Hay que morir hasta en las cenizas.
Todo tiene que morir para volver a nacer.

Fueron varias las miradas poéticas que aludían en cierta forma al fuego y que se anticipaban al devenir.

Movido por la búsqueda de un renacimiento espiritual y por la añoranza de “dejar algo” antes del fin estas “astillas de poesía” me dieron el ánimo necesario para continuar y me impulsaron a editar. Lo cierto es que, luego del fuego, tuve la urgencia de concebir Umbrales por mi propia cuenta, sin detenerme a buscar una editorial.

Como verán, los libros se van gestando de una manera misteriosa. En esta segunda edición reemplacé algunos aforismos por otros, pero siempre dejando frases que reflejan distintas épocas literarias. El tiempo irá haciendo la depuración y la selección que yo no supe hacer.