ANTONIO PORCHIA
VOCES
Antonio Porchia es uno de los escritores argentinos más secretos, que se mantuvo por fuera de los circulos literarios y académicos, no le interesaba participar de las típicas tertulias de la época, ni del mundo editorial.
Todo lo contrario a lo que se imaginaría de un escritor, que se codea con otros autores, que se juntan en cafés literarios a leer sus poemas, que integran grupos de crítica literaria, que buscan la «vanguardia» a la hora de escribir; Antonio, en cambio, era más amigo de artistas plásticos que de poetas.
Casualmente fue de la mano de Quinquela Martín, Pettoruti, Victorica y otros pintores que lo animaron a publicar su único libro llamado «Voces». Pequeños aforismos a los que él les llamaba «sus cosas.»
A mediados del siglo pasado, los llamados «Pintores de la Boca», que eran inmigrantes italianos, tenían una sede a la que denominaron «Impulso», nombre que pusieron por el impulso creador, allí se congregaban casi todos lo artistas de la Boca, entre los cuales estaba misteriosamente Porchia.
Las «Voces» se editaron, primeramente, en el año 1.943, en una edición de autor y luego se reeditaron, bajo la misma «Editorial Impulso» en el año 1.948. Fue un libro que, más bien se compartía entre amigos, casi no entró en el circuito comercial, apenas frecuentó alguna librería de barrio.
Lo curioso fue que, estando en la casa de Victoria Ocampo, un renombrado crítico literario y de arte francés, Roger Caillois, tomó de una de las bibliotecas un ejemplar de «Voces», libro que no decía mucho por fuera, la edición no pretendía llamar la atención, para su asombro se econtró con poesía de la buena.
Caillois se dirigió a Ocampo para preguntarle sobre el autor, al que ella le respondió que se trataba de un autor menor. Cosa que el crítico negó rotundante, se llevó un ejemplar a Francia, donde comenzaron a traducir los aforismos de Porchia, de la mano de Roger Munier.
El poeta Roberto Juárroz, gran admirador de la obra de Porchia, hizo el epílogo para la edición francesa y fue el propio Jorge Luis Borges el autor del prólogo que encabezó la presentación de los aforismos de este autor más bien subterráneo, pero que cuyas «Voces» fueron encontrando eco en distintas lenguas.
El mal que no he hecho, ¡cuánto mal ha hecho!
Dirán que andas por un camino equivocado, si andas por tu camino.
La razón de todos es un monstruo y la razón de uno… Es la razón de uno.
Sin esa tonta vanidad que es el mostrarnos y que es de todos y de todo, no veríamos nada y no existiría nada.
Situado en alguna nebulosa lejana hago lo que hago, para que el universal equilibrio de que soy parte no pierda el equilibrio.
El hombre, cuando es solamente lo que parece ser el hombre, casi no es nada.