Entrevista para Globedia
Alejandro, bienvenido a Globedia Internacional. Háblenos un poco de su infancia…
Tengo una infancia algo borrosa. Desde niño tuve la sensación de que el recuerdo tenía algo de muerte. Como si recordar, implícitamente, nos detuviera en el tiempo, sin darnos la posibilidad de avanzar. Sé que era atrevido, intrépido y algo rebelde, siempre estaba presto para ejecutar algún “plan maestro” que a cualquier niño lo abatía de antemano. En mi adolescencia ya había acuñado un montón de travesuras, mis amigos se encargaban de perpetuarlas. Cuando escuchaba esas historias en bocas de otros sentía cierto fastidio, me invadía una extraña sensación de quedar atrapado en el tiempo, enjaulado en un espacio. El sentimiento de que recordar no era vivir para mí sino morir un poco, de que la memoria marchitaba mi vida, hizo que fuera borrando infinidad de recuerdos para no “morir” en ellos y vivir así nuevas experiencias.
Pero, entonces, ¿qué es la memoria?
La memoria es una construcción personal, donde en general uno elige qué guardar; en esa composición uno busca pulir ciertos detalles, acomodarlos a gusto. La memoria es una trampa consensuada con uno mismo; aunque en el fondo… uno sabe: es conveniente olvidar un poco.
¿Cómo se acercó a la literatura?
Todo sucedió sin darme cuenta. En el colegio, cuando tenía 10 años, nos hacían leer tres libros semanales y luego debíamos hacer una sinopsis. Esa deber descarado, obligarnos a leer a la fuerza, incrementó mi rebeldía, al punto que encontré una técnica infalible para engañar a mi maestra: antes de comenzar cada libro primero leía el prólogo, seguía por la contratapa y, cuando había, examinaba el epílogo, después, sigilosamente, leía el primer capítulo, el del medio y el último, con esos elementos, y un poco de imaginación, eludía mis obligaciones; hasta que un día tuve en mis manos “Mi planta de naranja lima”, hice lo propio, pero cuando leí el primer capítulo me di cuenta de que yo era Zezé, no pude parar de leer hasta llegar de un tirón al final. Ahí descubrí que cada vez que improvisaba un resumen estaba creando y que la literatura no era mala para mí, sólo debía saber cuál era el libro adecuado.
¿Cuándo y por qué decide dedicarse sólo a escribir?
Sólo a escribir, es una manera de decir. La vida es más interesante para ser vivida que para ser escrita. No obstante, me animé a ir unos pasos más adentro -en búsqueda de algunos Umbrales- cuando descubrí que aquello que llamamos “carrera” es una quimera; ahí comprendí que “lo dado” no era un camino factible para mí: la búsqueda de lo insondable tenía más sentido que cualquier carrera personal.
Me resulta casi imposible no preguntarle ¿Por qué escribe Aforismos?
Cómo saberlo… tal vez persiga relámpagos.
Sin duda encontramos en sus aforismos mucha madures y sensibilidad poética, una manera de desnudar verdades, realidades a las que el ser humano no quiere enfrentarse, ¿Tal vez sea una manera de llevarnos a la reflexión, al reencuentro con nosotros mismos?
De por sí, el género aforístico, en su mejor expresión, instiga al ahondamiento, pues obliga al lector a participar de la creación del autor que no lo da todo servido. Un aforismo es una invitación filosa hacia uno mismo, sin embargo habita un contrasentido en quien los escribe: el aforista entra al desierto de la duda con el anhelo de la certeza. Toda una paradoja. Si bien el aforismo es una sentencia breve -doctrinal o moral-, al sentenciar casi siempre nace un trauma, surgen nuevas indagaciones, invariables giros, uno sabe que hay que definir, pero al momento de hacerlo irrumpe un espejo donde uno frena y se repregunta ¿podemos dar algo por cierto…?
¿Cómo es el proceso creativo a la hora de hacer un aforismo o también podríamos llamarlo pequeño poema o “astillas de poesía” como lo definió Usted?
No hay una fórmula específica, menos un proceso exacto. En lo personal todo sucede -o al menos lo mejor- cuando estoy en un estado meditativo, en una profunda calma, casi vacío, en lo posible, hasta de palabras y de pensamiento: me dejo llevar por lo que va sucediendo, trato de no intervenir, para dejar de lado la razón. A los días, y con los años, comienza el proceso racional del poema, las «correcciones», donde se corren riesgos y a veces se destruye.
Claro Usted escribió: «Perfeccionar, perfeccionar, una manera de destrozar.»
Lo más difícil es abandonar el poema. Entender el absurdo: pues el lector le dará un nuevo sentido, un giro inesperado.
¿Cuál fue su primer poema?
Mi primer poema lo estoy escribiendo desde hace unos 20 años, siempre escribo el primer poema, no hay dos poemas, tres poemas, diez, todos son primeros poemas. Hay una ligazón en la totalidad de la obra, tal cual lo entendió Juárroz cuando titulaba: «Poesía vertical».
¿Cómo se siente en relación a su obra?
Nunca estoy conforme, las dudas son infinitas, las variantes, los caminos, el despojo es interminable. A veces quisiera decir dos palabras o una y que el lector imagine hacia donde voy. Una vez fui despojando tanto un aforismo, hasta que me quedé con una sola palabra, que ni siquiera estaba en el aforismo.
¿Cómo nace “Umbrales”?, háblenos de su libro…
“Umbrales” no ha nacido aún, está emergiendo, lentamente… de seguro aguarda el momento en que parta: para ser sin mí.
¿Cómo ve el auge del Aforismo en España?
Lo celebro con mucha alegría. Que la gente esté dispuesta a pensar, a rumiar un pensamiento filosófico, poético, frenar en su frenesí cotidiano para meditar un poco, es un enorme paso. Como también es meritorio que las editoriales estén dispuestas a publicar este género tan particular y de pocos autores, habla muy bien de los españoles. Ahora, en este auge, hay que tener un poco de cautela, sobre todo los autores, crear un aforismo de cierto brillo es casi tan difícil como hacer un gran cuento, pero ¿cuántos cuentos extraordinarios puede hacer un escritor…? El género aforístico tiene una desventaja: algunos creen que es fácil, y esa subestimación da un cierto desparpajo al sentenciar; ahora, en el momento de sentenciar hay que ser muy certero y cómo sentirse tan diestro en expresiones que deberían ser verdades luminosas, a veces ignoradas racionalmente por el autor…
En una entrevista que le realizaran para la revista de poesía: “ Imaginario ” 2009, le preguntaron cómo ve usted al mundo, parte de su respuesta fue: “Así está el mundo para mí, desprovisto de amor y dominado por el materialismo, por el consumismo, por los intereses individuales y por la exaltación del ego”, lo que sin duda para muchos resultará una visión muy fatalista de su parte, pero en un mundo ciertamente dominado por el materialismo y la exaltación del ego, en el que la gente es educada para competir, para ganar al otro, en el que la competencia es desleal, entonces no resulta difícil suponer que toda competencia es el inicio de una confrontación, o de una guerra. ¿Qué no hemos aprendido?
Tal vez no hayamos aprendido a compartir, a ser a través del otro, a entender que somos uno, que no hay escisión entre uno y el universo, entre unos y otros: somos una partícula flotando en el cosmos y también somos la piedra en la que tropezamos. Tal vez no hayamos comprendido que no hay respuestas satisfactorias a nuestro día a día, que estamos yendo por el rumbo equivocado y lo ignoramos por completo. Nos quedamos impertérritos ante una realidad que es espeluznante, que es excluyente y nociva -para nosotros y para la Pacha Mama. Somos esclavos, mancebos de nuestra existencia, vamos a trabajar sin saber por qué, para qué, para quién. Compramos cosas que no necesitamos, pero las deseamos con vehemencia y hasta estamos dispuestos a empeñar nuestras vidas para adquirirlas. Nos frustramos cuando no conquistamos deseos foráneos –heredados a fuego. Somos el látigo en la mirada del otro y la ramera de nuestros hábitos. Matamos a nuestros vecinos por una sonrisa, con una sonrisa, después los saludamos como si nada pasara y celebramos la indolencia. Somos ese ser trunco ignorado por nosotros mismos. Pero nada debe poner en riesgo lo que “pensamos”, lo que entendemos que somos: somos el ejecutivo “poderoso” rumbo a su oficina, el contador eficiente, el abogado “exitoso”, el panadero, el empresario, el maquinista del tren, somos el auto que tenemos, nuestra casa, lo que aparentamos con nuestra ropa, con nuestra educación, pero eso sí! frente al espejo, no hay nadie, no somos nada, nos aterra lo inconmensurable, nuestro ser pasa inadvertido, no nos perturba no saber quiénes somos, qué hacemos acá, para qué vinimos. Representamos roles y nos los creemos. ¿Qué no hemos aprendido? Me preguntaría si hemos aprendido algo.
¿Qué separa al hombre de su aforismo “Pensar una utopía hasta plasmarla”?
La estrechez de conciencia. Utopía significa proyecto ideal pero de imposible realización. Ahora, es curioso, pues para que haya un proyecto de tales magnitudes hubo un pensamiento no lineal de alguien que se atrevió a vislumbrar algo mejor que lo que venimos haciendo, aquello que “no está en ningún lugar” todavía. Si te permitís vivenciar “Imagine” (de Lennon) y entender que es posible que colectivamente vivamos esa experiencia del ser, que la podemos hacer real, descubrirás que hay algo que nos impide vivir en un orgasmo de coexistencia, amándonos unos a otros, respetándonos, tanto a nuestros pares como a las plantas y al reino animal. Por ahora puede más el sistema, tal como ha sido concebido, que plasmar nuestras propias utopías: tal vez las utopías existan cuando -a través de los hechos- hagamos morir de existencias su definición. Un ejemplo, una utopía no tan ambiciosa: todos sabemos que el petróleo contamina el planeta, que podríamos desarrollar energía libre con imanes de neodimio tanto como para los vehículos, motores, como para el consumo eléctrico libre de polución para la tierra y de gastos económicos para el hombre, pero ¿hacemos algo para torcer el devenir de la historia o los poderes ocultos pueden más que nuestra tímida conciencia?
¿En qué o quién cree Alejandro Lanús?
Creo en la expansión del universo, en la conciencia infinita, en lo inefable más que en la palabra, en la música más que en los periódicos, en los hechos más que en los discursos, creo en el amor -sobre todas la cosas- y en este “mientras tanto” que es la vida. Creo en la verdad, aunque no la hayamos despojado de nosotros, en las miradas cuando son lenguaje de lo interior, creo en el desierto que no habité y en el abismo, donde desesperé, creo, entre otras cosas, en el silencio ancestral y en lo que no podemos definir como Dios, pero que también es.
Oriente, ¿qué representa para Usted esta parte del mundo?
Más que esta, para mí, es la otra parte del mundo, la parte añeja, misteriosa, espiritual, a veces incomprendida por nosotros. Cómo comprender a un Lama en la montaña, desterrado del Tibet, meditando, cantando insistentemente mantras, sin las pretensiones occidentales de la vida, simplemente dejándose ser en el mantra, apartando los pensamientos cada vez que aparecen, silenciando la mente, sin darle concesiones al ego, vaciándose. Hay miles de años que nos distancian y una mirada más bien hacia adentro que hacia afuera de donde aprender.
¿Le gusta o no hablar de política?
Para nada, no es mi hábitat, no creo en ella. La política es el maquillaje con el que se enmascaran ciertos individuos para engañarte y quedarse con tus recursos. Sospecho que alguna vez la política dejará de existir en el mundo, será cuando lleguemos a un nivel de conciencia tal que nos permita vivir la ausencia de poder -será una era espiritual.
Los conflictos como el de Israel y Palestina, ¿qué opinión le merecen?
Son un espejo de los diversos enfrentamientos -a lo largo de la historia- entre los seres humanos. Es decir, una puja de intereses egoístas y materialistas es lo que lleva una y otra vez al hombre a un enfrentamiento totalitario, amén de las épocas.
¿Qué opinión tiene de la crisis económica que se vive actualmente en Europa?
La crisis europea, que es igual a la norteamericana, surge de un fruto que germina en las entrañas del capitalismo: la mentira. Es una pena que pueblos enteros sean condenados al abismo por el engaño del poder, que buscan custodiar los intereses de algunos, casi nunca los de un pueblo. La política no representa el bienestar del hombre, del planeta, representa intereses particulares; los “gobernantes”, en su mayoría, son títeres de turno del poder que existe detrás del poder.
¿Qué hace falta para lograr la paz en el mundo? ¿El despertar de la conciencia o cambiar el sistema capitalista?
Si el hombre no encuentra paz en su interior jamás encontrará paz afuera, en esto que llamamos mundo, la conciencia tiene que ser colectiva –vibrada por todos al unísono- para que nos permita un cambio verdadero luego de milenios de enfrentamientos; si bien, en este momento, la guerra es más sutil, más perversa, la colonización es económica. Estamos lejos todavía, nos peleamos entre vecinos, en los consorcios, entre amigos, entre hermanos, qué se puede esperar de la codicia de los gobernantes. Antes de la guerra de Irak, millones de personas nos paramos pacíficamente en las calles, a decir: No a la guerra! A su vez, la ONU se pronunció alegando que no habían armas de destrucción masiva en Irak y sin embargo no logramos nada, la guerra avanzó: la conciencia colectiva todavía es tímida. Imaginá, si millones de personas no hemos podido parar una guerra basada en la mentira, qué lejos estamos de superar al sistema capitalista, que es la madre del individualismo, del uno sobre el otro, “del tú o yo”, como decía Karl Kraus.
Usted dirige varias páginas digitales con más de 50.000 seguidores ¿la red, qué significa para usted, qué ha encontrado en ella?
La posibilidad de interactuar con gente afín en cualquier lugar del planeta, es una maravilla, antes impensada para el hombre. Independientemente de si es escritor o no, se puede lograr una reunión de afinidades en el plano que se te ocurra. Si despertáramos y nos diéramos cuenta del poder que tenemos, muchísimas atrocidades dejarían de existir en el mundo, simplemente por estar conectados vibrando en la misma sintonía: utilizando la tecnología en nuestro favor, y no al revés.
Alejandro le agradezco infinitamente el tiempo dedicado a esta entrevista, finalmente para despedirnos, un mensaje para todos sus seguidores.
Gracias a ti Carivano, y sí, quiero agradecer enormemente a cada uno de mis lectores por el apoyo y el aliento que me han brindado en todo este tiempo.
Entrevista para Globedia, 2013.